Estimados colegas, les envió un tema muy interesante del autor Edistio Camere, que nos hará reflexionar sobre nuestro rol como educadores y como enfrentar nuestros problemas día a día en nuestra Institución Educativa y no esperar que alguien de afuera venga a solucionarlos como manifiesta el autor.
“La violencia que se ejerce sobre los niños es devuelta a la sociedad… Un niño castigado y humillado en nombre de la educación interioriza muy pronto el lenguaje de la violencia y la hipocresía y lo interpreta como el único medio de comunicación eficaz” (A. Miller). La sociedad sembró el árbol de la violencia y sus raíces se han expandido socavando y fracturando sus instituciones.
Como bien apuntan Torrego y Moreno “la violencia es percibida como una suerte de epidemia trasnacional que se mueve y extiende en el país cambiando por completo el paisaje de nuestros sistemas escolares y la identidad de nuestra profesión de educadores”. Más que intentar dar una definición explícita, presentan rasgos que identifican a la violencia en la sociedad posmoderna. En tal sentido, se puede afirmar que es versátil, se manifiesta de muchas maneras, refleja muchas y muy distintas tendencias y procesos de la sociedad. Aparece, brota y está en todas partes. Es fuente de poder y, por último, tiene visos de mercancía, se compra y se vende en el mercado, tanto en su calidad de fuente de poder como en su faceta de espectáculo público amplificado por los medios de comunicación.
De un modo u otro, por acción de unos y por desidia de no pocos, lo cierto es que la violencia ha infectado a uno de los órganos más sensibles y débiles de la sociedad: la escuela. Enfermos los centros educativos, ¿a dónde podrá mirar la sociedad para reencontrar el sendero de su futura cohesión social y sana convivencia, si sus nuevas generaciones, abrevan de la misma fuente del saber, la violencia?
Pero, ¿qué ocurre realmente en las escuelas? ¿Violencia escolar, comportamiento antisocial o conflictos de convivencia? La respuesta depende de la óptica profesional con que se mire. El sociólogo hablará de violencia escolar; el psicólogo de comportamiento antisocial. El profesor, de conflictos o problemas de convivencia. Los autores llaman la atención sobre una suerte de ‘inflación semántica’ que ha contribuido a que la imprecisión en el lenguaje ‘ponga en el mismo saco’ todo tipo de violencias. De esta manera los medios de comunicación, al titularizar como violencia un problema de convivencia, generan en la sociedad una visión apocalíptica de las escuelas.
Sin embargo, si se observa el día a día de las instituciones escolares es posible advertir que el tipo de violencia, que es endémico de la vida escolar, tiene que ver con la configuración de las relaciones interpersonales que allí existen. Esta violencia es parte del contexto y parte del contenido del proceso de socialización que tiene lugar en los sistemas escolares.
Torrego y Moreno proponen una categorización de los fenómenos de violencia, comportamiento antisocial, convivencia y disciplina en los centros educativos:
• Disrupción en el aula.
• Incumplimiento de normas de convivencia en el centro.
• Vandalismo.
• Agresiones físicas.
• Extorsión.
• Violencia física e intimidación.
• Ausentismo tanto del estudiante como del profesor.
• Acoso sexual.
• Fraude–corrupción.
Una de las consecuencias más devastadoras de la violencia escolar es que en los profesores aparece una crisis de identidad, tanto personal como profesional, que los lleva a perder confianza en el papel de la propia escolarización y en el suyo propio como educadores. En esta tesitura, el profesor no se asume como parte del problema y, por consiguiente, de la solución; más bien, tiende, al trasladar las causas, a esperar que las soluciones venga desde la Dirección o desde el exterior del mundo escolar.
Lo que toca a la escuela
La escuela se debate entre el desamparo y el asedio. Las manifestaciones novedosas de una temática antigua, como es la violencia, la encuentran encorsetada en sus estructuras de las que se derivan respuestas convencionales: …Segregación de los problemáticos, el problema es del alumno y solo existe un patrón socialmente aceptable del comportamiento en las escuelas, los que no se ajusten… Crear una nueva asignatura para enfrentar el problema. Formación de comisiones escolares para estudiar el asunto. O de Comisiones de disciplina cuyo efecto negativo inmediato es la judicialización de la vida escolar. Rigidez en la aplicación de las normas tiene efectos contraproducentes… El sistema hace crisis por un lado atención exclusiva a lo cognitivo y descuido de la dimensión socio-emocional y reacciona reabsorbiéndola haciendo entrar la dimensión socio-emocional en la lógica disciplinar de las áreas y asignaturas del currículo.
De otro lado, la escuela convive con el problema que la fuerza a modificar pero sin atinar el camino a seguir. Ante su indefinición, el malestar de los padres de familia, de los mismos alumnos, de los medios de comunicación y, en general, de la sociedad se incrementa. La violencia se tematiza, se inflan su magnitud y entre los dos extremos se culpan, lo que hace onerosa la posibilidad de establecer alternativas de solución concertadas y asumir compromisos proporcionales.
No obstante, la violencia escolar requiere una respuesta urgente: o la escuela espera soluciones venidas del exterior, o partiendo de una revisión que, mirando hacia adentro, la sitúe de cara a su misión educadora. La segunda opción es la tesis que se sostiene en el libro de Torrego y Moreno, que proponen para tal fin:
1.- Contar con nuevos profesionales en Secundaria. Gobernar el proceso enseñanza-aprendizaje.
2.- Nuevos sistemas de formación del profesorado. Entender y dar sentido a la nueva situación de las escuelas para compensar y luchar contra la pérdida de sentido y de identidad causada por el aumento percibido de la violencia escolar.
3.- Relación familia colegio replanteada.
4.- Mayor implicación de las administraciones locales en la vida escolar.
Estas medidas comparten al menos un rasgo: cierta devolución del poder y de la capacidad de decisión por parte del profesorado. La metodología planteada se basa en el Desarrollo Basado en la Escuela, que es un enfoque dirigido a propiciar y facilitar el cambio e innovación educativa ‘en’ y ‘desde’ los propios centros escolares.
Desde el punto de vista de la respuesta a los problemas y conflictos de convivencia, las fases sugeridas son:
1.- Creación de condiciones para poder abordar la cuestión de la convivencia.
2.- Revisión general de la situación de convivencia en el centro: La auto revisión implica organizar un auto diagnóstico sobre la situación de la convivencia del centro a partir de la reflexión sobre lo que ya se hace. Esto es, las prácticas habituales y la valoración que se hace de ellas. Con el objeto de dar sentido al punto sobre el que se va a trabajar, elaborar un lenguaje compartido acerca del tema y construir conocimiento relevante sobre la propia realidad, el contexto en que se inscribe la acción docente y las características y necesidades de las personas que en él participan, haciéndolo con recursos e instrumentos generados y decididos desde dentro de la institución escolar. Lo fundamental es que, en base a los datos obtenidos, se debata en torno a “por qué creemos que ocurre lo que está ocurriendo”. De este modo, será posible entender y comprender las diferencias de enfoque entre los distintos actores de la comunidad escolar, evidenciando que lo visible. Su objetivación permitirá a los profesores conocer mejor la realidad del centro y sobre todo compartir los problemas existentes.
3.- Búsqueda soluciones, es el paso siguiente. Sus principales objetivos son: clarificación compartida del ámbito de mejora. Su respectivo análisis. Búsqueda de soluciones. Priorización de soluciones y formación para abordar la planificación del ámbito de mejora.
4.- Planificación de la convivencia en el centro.
5.- Desarrollo y seguimiento del plan de convivencia.
6.- Evaluación y propuesta de mejora.
Estas fases se acompasan al Enfoque de ‘Respuesta Global’ que tiene como punto de partida la identificación y puesta en cuestión de las prácticas habituales de un centro en materia de convivencia y disciplina.
Propuesta de solución
Los autores han sistematizado un conjunto de diez líneas o ámbitos de solución a los problemas de convivencia que pueden servir de pauta a las escuelas que optan por el Enfoque de ‘Respuesta Global’.
1.- Obtener un conocimiento más ajustado del alumnado que permita una mejor respuesta educativa. Si bien se establece un método consistente para arribar a ese fin, no es menos cierto que el conocimiento lo adquieren desde la óptica de alumno conflictivo; alrededor de este valor general confunden la identidad de la persona del alumno.
2.- Introducir cambios en el currículo escolar, haciéndolo más inclusivo y democrático y reconstruyéndolo en torno a los valores democráticos. Poner énfasis no solo en lo filosófico y moral sino también en lo actitudinal de los valores. El sentido de los cambios debe construir una comunidad educativa en la que todos los integrantes participen de los mismos valores, formando una cultura abierta a un proceso de socialización moralmente coherente.
3.- Estimular y consolidar el funcionamiento de grupo-clase, especialmente a través de la elaboración de normas de comportamiento en el aula. Lo fundamental es transformar a los integrantes del aula en un grupo cohesionado que aleja las actitudes hostiles y los estilos comunicativos defensivos y privilegia la interacción positiva entre los pares, todo lo cual permite arribar al aprendizaje eficaz. Para resaltar el sentido de pertenencia y el trabajo cooperativo es menester elaborar las normas y definir deberes y obligaciones participativamente. Las normas tienen un sentido educativo, por tanto, explicar el por qué y el para qué ayuda a su internalización y respeto.
4.- Favorecer la colaboración de las familias con el centro educativo participando en los procesos de decisión relativos a los temas de convivencia. El sesgo de la relación con los padres de familia no contempla el ‘antes’ sino el ‘después’ de un hecho, con lo cual en la práctica no se favorece una constructiva relación, pues se mantiene la práctica tradicional de llamar a los padres cuando el hijo se porta mal.
5.- Tomar medidas que afronten la influencia del contexto social cercano al alumnado. Conocer el entorno del alumno solo es posible si existe cercanía con los docentes y con los padres de familia. Sin embargo, la colaboración de profesionales o instituciones complementarias es eficaz para casos que escapan efectivamente de la competencia de la escuela. La coordinación con entidades locales será oportuna para ofrecer alternativas al tiempo de ocio de los alumnos.
6.- Revisar y mejorar las estrategias docentes de gestión del aula: interacción verbal y no verbal, discurso docente, estilo motivacional y reacción inmediata ante la indisciplina. El aula es el eje de la vida diaria del centro. También el aula pertenece al espacio privado que el docente gestiona. De lo que allí ocurre depende en gran parte la solidez del centro. La disrupción en el aula no solo tiene consecuencias negativas para el alumno o el grupo sino también para el profesor. De cuya respuesta y de los resultados logrados frente a los actos de indisciplina, se fragua el refuerzo de su quehacer y la relación enseñanza-aprendizaje. El dominio gerencial y educativo de los elementos de la gestión en el aula es una tarea que el profesor no puede asumir por libre ni en solitario. La formación debe darle los criterios para ser creativo y prudente ante situaciones no convencionales que el alumno le plantea en el presente siglo.
7.- Desarrollar en todos los miembros de la comunidad educativa habilidades sociales de comunicación y de resolución democrática de conflictos. Aceptar y reconocer al alumno en su dimensión singular. La dedicación, la escucha no valorada, la afabilidad… de parte del docente, modela conductas, pero también es necesario que el estudiante experimente el aprendizaje de las habilidades sociales a través de situaciones cotidianas y de resolución de conflictos.
8.- Crear instrumentos y estructuras a nivel institucional del centro para promover una convivencia más racional y saludable. El criterio es potenciar una cultura organizativa orientada a favorecer la participación y el diálogo entre los miembros de la comunidad educativa. Para ello es requisito un gobierno prudente, respetuoso y ecológico de los recursos personales, de los espacios y de los materiales. Además, de parte del centro una diligente organización y preparación de todas las actividades que realiza independientemente de sus destinatarios directos.
9.- Trabajar con las normas de convivencia en el centro (proceso de elaboración de las normas, procedimientos para su aplicación y procedimientos a seguir cuando son infringidas). El reglamento, los premios y castigos tienen un sentido educativo y se tienen que explicar a todos los integrantes de una comunidad escolar. Las normas deben seguir a las costumbres del centro; ser coherentes con el proyecto educativo; pocas y claras, fáciles de cumplir; compartidas, no impuestas; expresadas en términos positivos… El reglamento o las normas tienen que evidenciar la riqueza de la convivencia, que la sinergia potencia el aprendizaje, que las cualidades se potencian y las deficiencias se corrigen con objetividad pero con afecto.
10.- Garantizar las condiciones mínimas de seguridad en el centro: seguridad física y respuestas específicas ante situaciones graves. Es conveniente evaluar los efectos que tendría en el clima del centro el tomar cualquier medida espinosa. Ante todo, no dejar desamparado o desamparada a la víctima del acto violento. Luego establecer y evaluar el impacto de las medidas asumidas. Por ejemplo, la presencia de policías, el trato con los periodistas… Al mismo tiempo, es conveniente informar a los docentes en torno a su actuación cuando son testigos directos de una agresión con armas o de una violación. Con los alumnos se tiene que proceder en esa misma dirección. Los alumnos deben saber que el centro los protege, para ello, la señal clara es buscar -en tanto sea posible reparar el daño moral sufrido.